WhatsApp es la aplicación de mensajería instantánea con más usuarios del
mundo. Más de 500 millones de personas comparten de forma constante y
permanente información audiovisual y escrita. Pero esta “inocente”
herramienta presenta una serie de vulnerabilidades que la han convertido
en el principal objetivo para los ciberdelincuentes en la distribución
de malware y robo de datos personales.
“El principal fallo es que cualquier usuario puede suplantar a otro”,
apunta Dani Creus, analista de malware de Kaspersky Lab. Un usuario
puede acceder fácilmente a la infraestructura de WhatsApp y disponer de
toda la información que otra persona haya compartido.
Desde que Facebook compró esta aplicación por 19.000 millones de dólares
en febrero de 2014, las dudas sobre la gestión de seguridad se
incrementaron. El principal miedo era que esta unión provocara la
pérdida de privacidad y que los datos que compartimos en WhatsApp como
fotos, vídeos, audios, localización gps, etc. se compartieran también en
Facebook.
Aun así, los fallos en su seguridad están presentes desde sus inicios.
El más importante es la falta de cifrado de las informaciones que se
comparten y que permite dar acceso a la agenda telefónica y a los
mensajes de los usuarios. Otras aplicaciones como Telegram sí que usan
el cifrado de los mensajes. Dani Creus explica que este proceso consiste
en que “la información que envías permanece cifrada hasta que llega al
receptor. Esto evita que si alguien intercepta el mensaje solo vea una
serie de caracteres pero no el contenido”.
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